In 2018, un tsunami que hasta el día de hoy ha desconcertado a la comunidad científica mató a 4000 personas en la ciudad de Palu, de la isla Sulawesi (o de Célebes). Sigue sin esclarecerse cómo se originó, ya que ninguno de los mecanismos conocidos de formación de esas olas explica satisfactoriamente la catástrofe. Ahora, Ares Rosakis, del Instituto de Tecnología de California, y sus colaboradores han hallado, por medio de simulaciones por ordenador, una nueva e inesperada solución al problema. Según esta, puede haber tsunamis incluso en bahías angostas de fondo liso, como cuentan en PNAS. Al parecer, los desencadenarían terremotos que normalmente no causan tsunamis, como el que afectó a Célebes en septiembre de 2018.
Con una magnitud de 7,5, fue un terremoto relativamente fuerte. Sin embargo, dado que se trataba de un deslizamiento lateral, un desgarre, no debería haber creado un tsunami. Las olas se forman cuando grandes superficies del fondo del mar se elevan o hunden bruscamente durante un terremoto, como el de Tōhoku de 2011 (el de la catástrofe nuclear de Fukushima). Pero eso sucede cuando dos placas tectónicas se mueven verticalmente entre sí, por ejemplo en las profundas fosas donde el fondo del océano se hunde en el manto de la Tierra. Los terremotos en los que dos partes de la corteza terrestre se deslizan horizontalmente la una con respecto a la otra solo producen levantamientos o hundimientos modestos. Hasta ahora se había intentado comprender el tsunami de Palu suponiendo que fueron corrimientos submarinos de tierra los que crearon la ola.
El equipo de Rosakis muestra que hay otra explicación posible. Según esta, terremotos con desgarres laterales puros, que en condiciones normales no suponen ningún riesgo de tsunami, sí pueden generar esas olas excepcionales. Como muestra la simulación de este grupo de investigadores, basta con que la magnitud de ese desplazamiento sea suficientemente grande y con que el talud tenga una pendiente suficiente. Entonces, pese a ser el deslizamiento puramente horizontal, se producen claras diferencias de altura en el nivel del agua y, por efecto de la gravedad, se engendran las olas del tsunami.
El efecto es particularmente intenso cuando la bahía tiene un extremo angosto y la fractura se propaga en la roca más deprisa que sus propias ondas de cizalladura. El efecto recuerda, entonces, a la ruptura de la barrera del sonido, y las ondas de choque intensifican el tsunami que se crea. Que ello intervino en Sulawesi ya lo sospechaban los expertos. El efecto modelizado por Rosakis y sus colaboradores se trata de una simulación de un modelo sumamente simplificado, por consiguiente, sigue sin estar claro qué papel le tocó realmente en la catástrofe de Palu. No obstante, el grupo señala que la situación que han estudiado podría afectar a muchas poblaciones grandes de costas susceptibles de padecer terremotos así.